Mi experiencia
¡Bienvenidos al blog!
Empecé el primer módulo “El Enfoque
Comunicativo Experiencial” con cierta curiosidad e incertidumbre. Por un lado, la
novedad: quería saber cómo iba a funcionar el programa, cómo serían los
intercambios de reflexiones, los compañeros, los materiales, las actividades a
realizar, etc. Por otro, la eficacia del programa: después de haber realizado
otros cursos online de ELE en los que había aprendido más bien poco, ya tenía
esa duda de desconfianza. ¿Aprenderé con este nuevo curso? ¿Será provechoso
para mi formación? ¿Serán novedosos los temas que se traten y la perspectiva?
Debo decir que me llevé una grata sorpresa cuando escuché atentamente el primer
postcast y vi el vídeo de Analí Fernández. Todas mis dudas se despejaron. No
solo ofrecía una teoría completa y bien explicada, sino que además lo ilustaba
todo como ejemplos y actividades para realizar en el aula.
Anteriormente había tenido cierta
experiencia con el enfoque comunicativo, pero era primera vez que llegaba a mis
oídos el enfoque comunicativo experiencial. Es decir, un enfoque en el que
existe una implicación activa del alumno, protagonista de su propio
aprendizaje, y en el que el profesor es un mero guía. A esto hay que sumar la
existencia necesaria de una conexión entre la experiencia del alumno y la tarea
que se propone. O lo que es lo mismo, debe existir un motivo auténtico de
comunicación. Como docentes es vital dirigir la enseñanza hacia el mundo real,
siendo capaces de conectarlo con el interés y la experiencia de los alumnos.
Por ello, debemos esforzamos al máximo con conocerlos y saber sus intereses. Y
quizá, en la actualidad, en la que vivimos con prisas constantes, no nos
paramos y tomamos el tiempo necesario para ello.
Este aprendizaje experiencial se
condensa en 4 fases:
1- Experiencia:
crear un ambiente de clase seguro en la que los alumnos crezcan como grupo,
participen de forma activa, puedan expresar su creatividad libremente y traten
temas que les conciernan para crear esas conexiones experienciales.
2-Reflexión:
pensar sobre la experiencia, la participación y las dificultades encontradas
con el fin de que los alumnos logren conocerse mejor a ellos mismos y procesen
y conecten experiencias.
3- Conceptualización:
aprender pensando, es decir, hacer generalizaciones, buscar patrones, deducir
reglas, realizar una retroalimentación positiva y constructiva.
4-Acción:
aplicar y usar lo aprendido. Al fin y al cabo, la lengua es una herramienta de
comunicación.
Es un enfoque muy interesante,
puesto que recoge la parte personal y experiencial del alumno, los
responsabiliza de su propio aprendizaje, tratando actividades significativas,
reales y estimulantes, y como docentes deberíamos aplicarlo más a menudo en
nuestras aulas.
En el módulo 2, “El uso de las
imágenes”, tuvimos el placer de recibir la visita de Ben Goldstein. En mis
clases siempre he utilizado las imágenes como herramienta de aprendizaje,
principalmente con los más jóvenes cuando trabajamos vocabulario, puesto que la
imagen tiene un poder inmenso: lanzan un mensaje instantáneo y consiguen que el
alumno ayude a memorizar y visualice en su cabeza determinadas imágenes. Cuando
vemos una imagen también conectamos conceptos y recuerdos asociados. Además,
somos capaces de describirlas, interpretarlas e imaginar. Y debemos aprovechar
ese poder de visualización para trabajar en clase.
Tal y como vimos, la imagen se
puede emplear para múltiples finalidades, dependiendo de los objetivos, las
necesidades y los propósitos pedagógicos. La podemos trabajar desde tres
perspectivas diversas: nivel afectivo (¿Cómo nos hace sentir?), nivel
composicional (¿Cómo está compuesta? ¿Qué elementos observamos?) y nivel
crítico (¿Qué comunica la imagen?).
En nuestra época, la era digital,
las imágenes se subvierten, se transforman para enfatizar algo y a veces
transmiten un mensaje diferente al que realmente tienen. También hay que
comentar el factor motivador: una foto o un vídeo capta al instante la atención
de los alumnos. No debemos pasar por alto que vivimos inmersos en el mundo de
las nuevas tecnologías y la imagen.
El tercer módulo tocó un tema muy
comentado entre los docentes: motivar al alumnado. La motivación es esencial en
el aprendizaje, y por ello debemos trabajar y fomentar nuestra faceta
motivadora. ¿Pero cómo debemos actuar para captar su atención y mantenerla
durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje? ¿Existe una fórmula secreta? Todos
sabemos bien que no es tan sencillo, puesto que, para empezar, cada alumno es
un mundo y la motivación es distinta en cada uno. Por ello, es de suma
importancia conocer nuestro grupo, sus necesidades e inquietudes. Hay que
buscar la forma de hacer que las clases sean divertidas, que el alumno se
sienta bien, con confianza, y además que sean relevantes, es decir, que se
traten temas significativos y reales, que conecten con su vida. Tampoco debemos
perder de vista algo que suele pasar desapercibido: los sentimientos del
alumnado. Me encantó la frase que se expuso en clase: “la mente sin las
emociones no es mente”. Me parece muy acertada, ya que el componente afectivo
es parte imprescindible en el proceso de aprendizaje. El éxito del aprendizaje
reside efectivamente en lo que sucede dentro de las personas (motivación,
autoestima, estilos de aprendizaje) y entre las personas (las relaciones entre
los alumnos y entre estos y el profesor). En consecuencia, debemos estar
atentos, ser lo más receptivos posibles, transmitir buenas vibraciones y saber
escuchar a las personas que tenemos delante, crear un buen ambiente y fomentar
la comunicación en las diversas direcciones. Ah, y sonreír todos los días.
También ayudará la planificación docente, para hacer partícipes a los alumnos
de su propio aprendizaje y mantenerlos motivados.
Finalizando con este tema,
podríamos decir que la motivación se puede mejorar llevando a cabo tareas
motivadoras y atractivas donde se vea reflejado el alumno, creando un entorno
afectivo de pertenencia, activando la memoria verbal y la habilidad auditiva,
creando conexiones personales y emocionales, poniendo en práctica un
pensamiento analítico, práctico y creativo, y sobre todo siendo creativos.
A lo largo del módulo 4, descubrí
un aspecto que, a pesar de estar muy presente en el aprendizaje de lenguas
extrajeras, nunca lo había estudiado a conciencia: “La cultura comunicativa
para una enseñanza comunicativa y experiencial”. Sin duda, la cultura nos
permite interpretar el mundo e interactuar en la sociedad. Como individuos
hablantes de una determinada lengua poseemos una identidad como resultado de
múltiples experiencias. Dependiendo del contexto comunicativo, adaptaremos
nuestra identidad a la situación. Sin embargo, debemos tener en cuenta la
cultura compartida, aunque sin relacionar forzosamente cultura con nación.
Entrarían en escena otros muchos factores y significaciones adicionales. Por un
lado, la cultura visible explícita como los símbolos verbales y no verbales; y
por otro, la cultura invisible implícita como las normas o las tradiciones.
La competencia cultural y social se debería trabajar más a menudo en
clase, puesto que la lengua va siempre asociada a una o varias culturas. Conocer
una lengua no es únicamente hablarla, sino comportarse de acuerdo a una
cultura, llevar a cabo unas pautas sociales y culturales según la situación
comunicativa. A través de las dinámicas de grupo podemos facilitar la creación
de una cultura en el aula, con unas pautas, donde introducir la lengua junto
con su cultura.
Continuando con el módulo 5,
aprendí un concepto muy interesante y muy de moda: la gamificación. Hasta ahora
había pensado que gamificación significaba simplemente jugar. Pero tiene
algunos matices más. Sería el aprendizaje basado en el juego, es decir, emplear
los elementos característicos del juego en situaciones propiamente no lúdicas,
con el fin de enriquecer la experiencia de aprendizaje y dirigir o modificar el
comportamiento de los alumnos. Emplear el juego en el aula supone hacer el
aprendizaje de lenguas mucho más atractivo y divertido. Capta la atención del
alumno, genera implicación y motivación, y además fomenta su capacidad para
recordar, participar activamente y aprender, en definitiva.
Otro concepto aún más novedoso es
el flipped learning o aprendizaje combinado. Consiste básicamente en “abrir el
aula”. Se utilizan las nuevas tecnologías para ampliar los espacios y las
oportunidades de aprendizaje. Se produzca una cierta inversión en los roles del
profesor y del alumno. Es una gran ventaja, ya que se libera el tiempo de
instrucción directa, aumentando el trabajo autónomo del aprendiente. Sin
embargo, se corren riesgos: debe existir cierto grado de implicación por parte
del alumno.
Se pueden combinar metodologías y
medios dentro y fuera del aula para hacer el aprendizaje más efectivo y
motivador. Pienso que ahí está la clave. Escoger en cada momento los materiales
y los procedimientos adecuados para el grupo, hacer que sea un proceso flexible.
Por ello, debe existir un diseño preciso, trabajado y de calidad por parte del
profesor, para que el aprendizaje sea lo más provechoso y acertado posible.
En el módulo 6, Goretti Prieto y
Robert Dekeyser nos hicieron reflexionar sobre las tareas gramaticales. ¿Es
mejor enseñar de manera explícita o implícita? La enseñanza tradicional, basada
en la traducción y las reglas gramaticales, apuesta por la información
explícita, en la que el profesor explica las reglas directamente a los alumnos.
Pero con la llegada de nuevas metodologías y formas de enseñanza uno se plantea
si esto debe cambiar o se debe seguir por el mismo sendero. Acostumbrados a
conocer y estudiar la gramática de una lengua, personalmente, se me hace
difícil ser profesor de ELE sin apoyarme en la gramática. Según los estudios,
la enseñanza explícita produce mejores resultados que la implícita. Los
profesores deben hacer que sus alumnos tomen conciencia de las estructuras y de
su funcionamiento. Esto se debe completar con práctica y retroalimentación,
ambas muy necesarias para comprender y retener los conocimientos que se
facilitan. Además, el hecho de practicar y repetir ayudará al alumno a corregir
sus propios errores y evitarlos en el futuro. Pienso que el profesor, como guía
educativo, puede corregir en ocasiones los errores o hacer reformulaciones,
pero sin caer en el exceso, puesto que puede provocar cierta frustración e
impotencia en el alumno.
Finalmente, para concluir este
diario, comentaré mi visión sobre el módulo 7: “¿Cómo hacer que los alumnos se
impliquen en las tareas de interacción oral?” Como bien ilustró Rose Potter, la
clave está en crear una comunidad de aprendizaje comunicativa y colaborativa en
nuestra aula. Para ellos nos basaremos en 4 pasos:
1- Distribución
de la clase: se hará de forma que facilite la colaboración, la comunicación
entre sus miembros y la creación de un ambiente de pertenencia. El profesor
tendrá en cuenta las necesidades de cada alumno y actuará en consecuencia para
facilitar el aprendizaje; nunca será aleatorio.
2- Práctica
antes de actuar: con el fin de que el aprendizaje activo sea eficaz. Durante la
práctica el profesor dispondrá de tiempo para observar cómo trabajan sus
alumnos, y por tanto para evaluar, recompensar, estimular y dar el apoyo
necesario.
3- Exploración
y descubrimiento: los alumnos deben formar parte activamente de su propio
aprendizaje, no ser meros actores
pasivos. De esta forma, el aprendizaje es más profundo.
4- Actividades
de andamiaje: como su propio nombre indica, apoyan al alumno hasta que consigue
llegar a una meta por sí mismo. La experiencia es un factor de gran
importancia.
Otro punto de debate, relacionado
con la motivación para generar confianza y por tanto fomentar la participación
activa del alumnado, fue el sistema de recompensa. Siempre se ha utilizado como
una herramienta de motivación, diversión y
superación personal del individuo. Sin embargo, debemos ser prudentes
puesto que puede ser dañino para algunos alumnos y no es la mejor forma de
inculcar valores positivos. Como se comentó, lo que motiva a unos alumnos no
motiva a otros. Además, se corre el riesgo de que siempre se recompense a los
mismos estudiantes y de que los que se sienten inseguros se frustren más. Por
todo ello, según los estudios, hay que fomentar la motivación intrínseca, es
decir, que los alumnos realicen una actividad porque es interesante o
disfrutable, por el mero hecho de aprender. Debemos dejarles ser creativos y
que exploren ideas, que deseen aprender de manera natural, sin una recompensa
final que les aguarde al final del camino. En todo caso, ese premio debería ser
el logro personal de haber aprendido. Ese es el auténtico tesoro que todos
merecen.
Como docentes, tenemos una gran
responsabilidad: educar a las nuevas generaciones, ayudar a formar buenas
personas, con valores y objetivos. Cada día tenemos que levantarnos y ser
positivos, poner todas nuestras energías en lo que hacemos: enseñar ELE.
¡Un saludo a todos!
Francisco García Sánchez